«Casa que ya no es mía» de Carlos Ramos Gutiérrez: un canto a la casa de la infancia, la ausencia y la memoria
El escritor y periodista cubano Carlos Ramos Gutiérrez presenta su nuevo poemario «Casa que ya no es mía», una obra que reúne poemas afincados en una nostalgia sobria, sin aspavientos, donde lo esencial es la llaga, la ausencia y el eco de lo perdido.
«Estos poemas comenzaron a llegar de a poco, como un susurro en mis oídos. Y comencé a escribirlos en cualquier cosa que tuviera a mano: una libreta, una hoja en blanco, el celular… a veces estaba durmiendo y tenía que levantarme a escribir, no podía dejar que se me escapara ningún verso. Luego los dejé reposar por un tiempo. Y finalmente volví sobre ellos, de uno en uno, en un arduo y complejo proceso de edición. Hasta que por fin teníamos el manuscrito de lo que sería el libro», cuenta el autor.
Aunque Carlos Ramos Gutiérrez ha incursionado en la narrativa, el teatro, los guiones para cine, radio y televisión, así como en el periodismo y la canción, asegura que «la poesía es siempre punto de partida y meta, es la expresión más heterogénea y pura, y la que mayor libertad ofrece al autor».
La casa que inspira este libro no es solo un lugar físico, sino una coordenada emocional: Concordia número 59, una combinación entre una palabra noble y un año terrible. Desde esa dirección, la poesía de Ramos opera desde lo perdido, lo extraviado, lo vivido que ya no es. Sus poemas son confesiones íntimas, registros sensoriales de un tiempo que fue: el olor de la casa, la textura del patio, los rostros de los vecinos, los amuletos y los sueños.
Carlos Ramos logra moldear el vacío como un artesano del aire: la falta del sentido de pertenencia, lo alquilado, lo prestado, lo ajeno. Desde ese lugar construye no solo imágenes, sino también música y plástica. Por eso, las obras del artista Yunier Gómez acompañan tan bien estos poemas, con sus figuras tristes y grises que son bocetos del alma, como un libro visual paralelo.
Como apunta el escritor Santiago Méndez Alpízar en el prólogo: “La casa como tal ya no existe, otras nuevas direcciones se empeña el poeta en dejar, como una necesidad para aclarar el recorrido, también posiblemente sin alternativas. Porque el paisaje fue trastocado, a aquellas aves del patio encantado las devoró el tiempo, la desidia, la precariedad que abunda tanto: la partida definitiva”.